Para empezar fuerte, y dado que ayer no trasnochamos, me acerco al templo que está junto al hotel. Debe ser un templo importante, por que tiene un gran tamaño. Es una pena que el pabellón principal esté andamiado pero al menos no nos han cobrado entrada como hacen en muchos otros. Además del pabellón secundario (que no pequeño) me resulta muy bonita la fuente de que dispone el templo a la entrada en forma de dragón. Desde luego se lo curran un rato, detalles como este, o las flores de loto, los adornos en puertas o el cuidado de los jardines hacen merecedor al país de esa fama de “gusto por la perfección”.
Ya de vuelta en el hotel me reúno con los demás para empezar el tour del día. Primer vamos al templo de Koyomizu. Allí veremos una balconada con vistas de la ciudad, y sobre todo, podremos pasear por un edificio construido sin ningún metal. Este templo tiene también tres chorros de agua (salud, sabiduría y amor) de los que beber. Eso si, no se debe beber de los tres o Buda se molestará.
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Nuestra segunda cita del recorrido es el templo dorado (Kinkaku-ji), pero antes vemos una discusión en la calle entre un par de jóvenes y dos agentes de la ley. Será la única en todo el viaje, pero tengo que contarlo por que nos chocó que uno de los jóvenes estuviera en calzoncillos. En fin, que no pasó nada. Lo normal aquí es la que policía se dedique a orientar a los perdidos (que no sólo son extranjeros).
En el templo, vemos el famoso pabellón dorado en mitad del lago… precioso. Pero me llamó más la atención el bonsái que habita el lugar desde hace 650 años. Al parecer a uno de los señores de templo se le ocurrió plantarlo a un lado. La verdad es que dicho así no impresiona, si se omite que el susodicho arbolito mide casi tres metros de altura y que le han ido dando forma de barco, con su quilla, su vela, etc. Junto con el resto del jardín, el templo es un lugar de obligada visita.
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Es una pena que para poder entrar al pabellón sea necesario ser un jefe de estado importante y recibir una invitación del primer ministro japonés. El templo dorado no deja de ser una casita donde tomar el té (el repelente J. W. Bush estuvo dentro).
El recinto cuenta con una cafetería donde recuperar el aliento en tan caluroso agosto, pero sobre todo debo decir que es una cafetería típica, como todo en Kyoto, vamos que no tiene sillas y mesas en la terraza, sino directamente unas mesas bajitas en las que sentarse y dejar la bebida; todo en uno.
Por la noche veremos el Daimonji, o hogeras dedicadas a los muertos para despedir estos días de fiesta. A la salida del templo, los monjes disponen de unas tablillas sobre las que indicar el nombre, edad y un deseo por 300 yenes. Ellos subirán estas tablillas a las hogueras al caer la tarde, siendo hoy el único día del año en que se puede participar en esta tradición. Ya que estamos aquí, no podemos pasar sin apuntarnos.
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Lo siguiente es un paseo. Vamos a estar varios días por Kyoto y nos hacen un recorrido por el centro, viendo la zona comercial de Gion (para saber donde venir a gastarse la pasta) y recorremos los jardines de Heian Jingu llegando hasta el templo cuya escalinata recorre Tom Cruise en el último samurai camino de su cita con el emperador.
Este es otro punto que debo apuntar para mi próxima cita con Japón, no me dará tiempo a ver el templo y la escalinata correctamente por que el sitio ya está cerrado cuando llegamos. Estos japoneses empiezan a cerrar los templos a las cuatro de la tarde.
Aunque no estaba en el plan inicial, hacemos un receso en otro templo cuyo Torii está situado en mitad de la calle de enfrente. Bueno, en realidad la calle de 4 carriles pasa por debajo de él. Estamos esperando a que llegue el obento que cenaremos después mientras vemos arder el monte, y nos encontramos dentro del templo con el oso madrileño que ha perdido el madroño. Parece que cualquier sitio es bueno para poner una estatua de un animal, ya sea real o ficticio. El templo está pintado entero de rojo a excepción de los detalles en chapados en oro.
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La visita del día termina en el jardín del palacio imperial. Hace muchos años que la familia imperial marchó para Tokio, e incluso hemos visto su residencia de verano en Kamakura, pero aquí también conservan su chalecito. Vamos como los reyes de España con sus palacios según la ocasión.
Desde estos jardines se ve la primera de las cinco hogueras que se encenderán secuencialmente rodeando la ciudad. Mucha gente recorrerá la ciudad de un punto al siguiente para poder verlas todas. Nosotros cenaremos tan ricamente en el césped del lugar, dejándolo eso sí, todo limpio a nuestro paso, que es costumbre del Japón llevarse la basura hasta casa. Desde luego los barrenderos aquí sobran.
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