No me había dado cuenta hasta ahora de la limitación de velocidad que imponen aquí a autobuses y camiones, 80 km/h en algunos tramos de autopista. Además, el límite general puede variarse electrónicamente, porque las “chapas” que nosotros acostumbramos a ver en los márgenes de las carreteras, fijas en inamovibles, aquí son luminosas y cambiantes en función del tráfico que observe el controlador. Eso y la gran cantidad de tráfico en la carretera sin duda limitan nuestro horario. Quizás hemos programado mal esta visita.
Por fortuna después de comer podemos alcanzar con tiempo de ver 15 minutos las cascadas Kegon, las que inicialmente estaban previstas como primera parada. La guía nos había avisado de que no era el Niagara, pero eso no es lo impresionante en una caída de agua, sino la altura y su espectacularidad, sobre un caudal continuo, como es esta. Muy bonita.
Como el autobús tarda, nos amenizan el viaje contando cosas típicas del país. Por ejemplo, muy apropósito de la cascada, Japón tiene más muertes por suicidios que por accidentes de tráfico, unos 30.000 al año. Los costes de retirada del cadáver y limpieza para que no pueda molestar al resto deben ser sufragados por la familia del muerto. Y concretamente al respecto de esta cascada, anualmente al menos 4 personas se suicidan aquí, lo que obliga a movilizar una grúa desde lo alto y un equipo completo de escalada que en total supone cuarenta millones de yenes. Sin duda, su última gracia. Vamos, que si no se muere de la caída, siendo yo de la familia, lo remataba.
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La segunda cita del día es el templo Toshogu, declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Llegamos con tiempo pese al retraso acumulado, y entramos después de que la guía dedicase más de 15 minutos a lidiar con los de la taquilla. Vamos, que eso de ser patrimonio de la humanidad se les había subido a la cabeza. Este templo es en realidad la antesala del mausoleo en el que enterraron al Shoogun Ieyasu Tokugawa. En vida, había pedido algo discretito, pero su nieto decidió que para alguien tan importante no podía cumplirse ese deseo y lo inmortalizó más allá de los propios logros de su abuelo.
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Por fin dentro, el templo resulta muy recogidito e impresionante, incluso nos dan una charla en japonés dentro del pabellón principal. Quedó muy poético, pero lógicamente no nos enteramos de nada. Ya de camino a la salida, nos topamos con la típica familia japonesa, pero para nuestra sorpresa, en vez de alejarse, se acercaron curiosos… ¡los padres sabían hablar castellano!, vamos que no era tan típica (no os podéis imaginar la primera expresión de los hijos flipando al escuchar a sus padres hablar en castellano).
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- Cuando un japonés entra o sale de una reunión, o una sala en general, consciente de que está molestando, se disculpa diciendo: しつれい します (shitsurei shimasu)
- Antes de empezar a comer un japonés agradece las viandas al cocinero diciendo: いただきます (itadakimasu), y cuando termina: ごちそうさま (gochisousama)
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