martes, 16 de marzo de 2010

30/08/2006 – De vuelta (I)

Muy a mi pesar, el viaje de ensueño a Japón se termina. Hemos tenido oportunidad de ver muchas cosas, y muy diferentes entre sí. Viviendo un viaje con muchos matices y estoy muy contento por ello, pero no puedo ocultar mi pena, y mi pesar, porque no sé cuándo podré volver. Dicen que todo el mundo que viene de visita, se marcha queriendo volver… y yo he caído en ese tópico. El tiempo dirá.

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Por delante, el día más largo de mi vida. "Hoy" durará 31 horas, al recuperar 7 de diferencia horaria. Y como soy de no dormir en los aviones (ni en ningún otro transporte, que no sea el tren litera) pues ya veremos cómo llego a casa.

Nuestra primera parada, el aeropuerto internacional de Kansai, allá, a tomar por saco, en una isla artificial que le han ganado a la bahía en la que se ubica Osaka. Un aeropuerto moderno, sin problemas de ruidos con sus vecinos, y diseñado exclusivamente como punto de tránsito.

Así pues, nos dirigimos al mostrador de facturación con cierto recelo. Hemos oído tantas cosas a raíz de los frustrados atentados aéreos en Londres, que no sabemos con qué nos encontraremos. Para nosotros, tras el día 10 en que llegasen incluso a cerrar Heathrow, las noticias han sido limitadas. La información que proporcionan las compañías aéreas ha sido errática, y cada país ha reaccionado de forma diferente a esta crisis. Han llegado a decir que ¡no se puede llevar equipaje de mano! Lo único que realmente sabemos es que quienes volvieron antes que nosotros, han tenido retrasos y cacheos extraordinarios, pero que finalmente han podido llegar a casa sin más que unas anécdotas para contar (algunos más que otros, quizás eso es lo que nos preocupa ahora). Hasta ahora habíamos mantenido la calma, sabedores de que cuantos más días pasasen, más se tranquilizaría todo y mayor sería la rutina para los diferentes aeródromos.

Primera prueba del día, ¡un escáner a la maleta! Aún ni he llegado a la cola del mostrador, y ya me quieren ver los calzoncillos sucios. Esta gente es la monda. Sea, que remedio queda, un rato de radiación para la maleta y una "pegatina de seguridad” para el cierre… pues vale.

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Segunda fase, tras la cola de facturación, el mostrador. Aquí, en nombre de Air France (la compañía que más me está gustando) unas azafatas de JAL tiran de su capacidad para los idiomas para lidiar conmigo. Menudo tinglao nos hemos montado, entre mi inglés de Toledo, y ella intentando prácticas ¡castellano! terminamos a risas. Porque el japonés mejor lo dejamos para otra ocasión (aunque algo también lo usé). En fin, que de paso bien y mi maleta desaparece en la cinta transportadora (a rezar para ver cómo llega). En referencia al punto anterior, aunque no fue nuestro caso, diré que hubo gente que al pasarse de peso, tuvo que sacar cosas de la maleta (lógicamente rompiendo el precinto de "seguridad"); y ya al respecto de este punto, decir que al personal de tierra, le da igual que tengas que llevar el "exceso en 50 bolsas de mano", todo para que la maleta no se pase. Otra cosa es que opine el personal de cabina, pero eso claro, ya no será problema de esta gente. Así que ojito con pesar la maleta antes de llegar a este punto.

Tercera prueba de obstáculos, el arco de seguridad… Yo nunca he entendido estos cacharros. En según qué aeropuertos, pitan por nada, o no pitan ni de casualidad. En fin, que nos observan impacientes, por si hiciésemos sonar las alarmas, pero pasado el arco, pasan su emoción en el siguiente sujeto… Sin novedad. Ya la armé al venir, con mi hebilla de metal, y hoy he tomado todas las precauciones para que no pueda ni toser la cosa esta.

Cuarta fase, el desayuno. A ver si os creéis, que hemos madrugado algo más para desayunar en "nuestro barrio", después de cómo lo puse ayer. Sobre todo, a sabiendas de que tendríamos tiempo de sobra hasta el embarque. Pues eso, a gastar el resto de yenes en un vaso de leche "fresca del día" (en este país no conocen la uperisación).

Y por fin, el embarque. Un tranquilo y atareado vuelo gracias a mi segunda batería para el portátil, preparando entradas para este blog, viendo alguna peliculota, comiendo y paseando. La siguiente parada es Paris, bueno, uno de sus aeropuertos, donde me despediré definitivamente de Antonio que tiene otra escala en Madrid antes de llegar a su casa, mientras yo tengo la suerte de cenar ¡tortilla de patata!, porque tampoco en Charles de Gaulle tuvimos ningún problema.

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