Vamos a estar dos noches en Miyajima, así que hoy lo vamos a dedicar a lo que podría decirse “un verano normal”, pero en concentrado. Esto es, ni templos, ni Japón intenso… sol, y diversión. Así que dividimos el día en dos partes: subir al monte Misen prontito (andando, claro, sino no tendría gracia), y después de comer, ¡playa!
La “fase 1” empieza sin novedad. Ya he comentado que el día anterior localizamos la ruta para la ascensión, así que sencillamente nos ponemos en marcha. En seguida, Dani y yo encontramos al montañero que lleva el otro, y dejamos atrás a Antonio, Aless y Duna. Con su permiso, formamos dos grupos para la ascensión y salvo un momento puntual, ya no los volveremos a ver en todo el día.
Por nuestro lado, subimos sin demasiada dificultad, aprovechando que aún es pronto (y no hace el calor del mediodía, aunque no por ello hace poco calor). La ruta que usamos, sigue el cauce de un arroyo, y está cubierta por arbolado, así que tenemos “suerte”. Yo soy el primero en llegar al camino que une la estación superior del teleférico, con el pico del monte, así que vuelvo hasta el teleférico a comprar agua (yo creí que aguantaría, ¡ja!). Por lo que es Dani el primero en llegar a lo más alto (donde también venden agua :-S ), y allí nos reunimos para las fotos y la observación en 360º de cuanto rodea la isla.
Emprendemos el regreso y nos topamos con un club de montaña de simpáticos abueletes japoneses (abueletes, jubilados, mayores en general, no sé cómo llamarlo). Que digo yo, nosotros sólo hemos podido subir este monte en estas fechas, ¿pero ellos? Que ganas, con el calor que hace… Menos mal que van perfectamente ataviados y equipados. En fin, que seguimos bajando, cual cabras montesas (literalmente, bajamos los dos dando saltos, como si fuese una carrera de obstáculos… ¡para habernos matado!, no es broma), y nos cruzamos con nuestros compañeros que aún suben (lógicamente).
De vuelta en el pueblo, comemos algo, nos cambiamos, cogemos las toallas, y los dos emprendemos marcha, rumbo a la “fase 2”. Cualquiera diría, que estando en una isla, con las casas tan cerca del mar, la playa estaría a media hora andando (¿o fueron tres cuartos?). Y es que en Japón todo está muy delimitado, controlado, organizado… En este caso, la playa de Miyajima, está en la zona polideportiva que tienen, lejos del muelle, perfectamente acotada con unas redes para evitar “bichos”.
No es que sean muy playeros tampoco por aquí. El sitio para nadar no es muy grande (en realidad los turistas no suelen hospedarse en la isla, así que los residentes tendrán de sobra con eso). Así que estamos más extranjeros que nativos: ¿2 italianos?, 2 españoles, y una pareja japonesa con un crio. Bueno, al de un rato, apareció alguno más (claramente del lugar, pero como no se bañaron, no los cuento en la estadística).
Lo sorprendente no fue que los 4 extranjeros hiciésemos el capullo desde la plataforma flotante que había, sino que la mujer japonesa se bañó con la ropa… Vale, ya sé que no las gusta ponerse morenas, pero así, sin avisar, pues me chocó.
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