miércoles, 1 de septiembre de 2010

17/08/2010 – Despedida y artificios

El día empieza pronto, y se perderá la mañana en nada productivo… Hay que ver como son las cosas, parece que fue ayer cuando el chibitour se juntó por primera vez y ya se marchan. Ahora que empezábamos a conocernos…

Akira no vendrá con nosotros hoy, pero se acerca igualmente hasta el hotel para despedir al grupo y asegurarse de que no tenemos problemas con el check-out ni con el autobús. Que majo, pero no hacía falta. En fin, aprovecho que está aquí para darle de vuelta varios papeles y cosas que han sobrado del pack de bienvenida que les damos todos los años a los viajeros.

En el autobús hacemos un repaso de lo que han hecho los últimos días y damos una última ronda de chistes. Pero en realidad la gente está cansada y lo que más les apetece es estar tranquilos y llegar a casa donde quisieran reposar de las vacaciones. Pobres, si es que no hemos parado… que poco aguante traen los viajeros de hoy día.

Un rato más tarde, con antelación más que suficiente, nos estamos despidiendo en el aeropuerto… Paso de estar agobiado y preocupado por mucha gente, a quedarme más sólo que los de Tudela (que al menos se tenían los unos a los otros). Alguno dirá que empiezan ahora de verdad mis vacaciones, pero no es verdad. Aunque nadie se lo crea, a mi me gusta más estar con la gente y llevar el tipo de ritmo que genera un chibitour. En el fondo soy un masoquista.

Mis dos iPods serán mi compañía los próximos diez días. Como ya había comentado en el post previo, mi ruta de naturaleza surca el norte de Honshu y cruza Hokkaido. Dos zonas que en todo este tiempo se han mantenido ajenas a mis kilómetros recorridos, algo que voy a solucionar este año por muy sólo que me dejen.

El tramo de hoy, volver en el Narita Express (que nunca he probado por lo caro que es, pero con el JRPass puedo disfrutar por el morro) hasta Tokio, y comprar un obento para comer en el siguiente tren hasta Matsushima.

Matsushima es un pequeño pueblo costero al este de Sendai. Tiene un atractivo característico debido a que su bahía y alrededores está moteada con varios cientos de islas e islotes (algunas habitadas) que crean una estampa digna de ver. Muy verde, eso sí.

Por supuesto, el hotel al que voy está al terminar de una cuesta, así que cuando llego parezco más un bacalao remojao, que una persona. Tiene gracia el interés que le ponen todos los japoneses a quienes les toca atender a un extranjero por tratar de explicarse con señas o chapurreando algo que no se parece en nada al inglés, en vez de hablar con normalidad como si fuese imposible que les entendieran. Algo definitivamente impensable, por supuesto. Y mira que yo me empeño en tratar de explicarme y responder en japonés, pero no hay manera, ellos siguen con su idea de que les respondes en inglés.

Superado el check-in, me hacen esperar, porque tienen la costumbre de enseñar la habitación la primera vez a sus huéspedes. En vez de atenderme una señora con su elegante kimono, a ella le reasignan una familia japonesa y a mí me lleva un fulano sonriente que parece saber más inglés que todo el resto del personal del hotel sumado. Da igual, yo insisto en hablar japonés, y mira por donde, el colega responde positivamente y reserva el inglés para las repeticiones que me hace cuando le digo que no le he entendido. Ya me cae de puta madre…

Lo primero de todo, el bacalao se pone a remojo de verdad. El hotel tiene un ofuro como es de rigor y ley, así que me refresco con el agua a 40 grados.

Una vez preparado, me entero de que por la noche habrá fuegos artificiales. No sé como va esto, pero lo mío son los fuegos de casualidad. El año pasado fue en Atami, y este año me persiguen por Odaiba, hasta Matsushima. La cosa es que vea una sesión de hanabi. Así que nada, paseíto y cena de campaña entre la multitud. Será mañana cuando pueda ver el pueblo realmente, hoy me quedo con las emperifolladas muchachitas.

No hay comentarios: