miércoles, 17 de diciembre de 2008

09/08/06b - Mis primeras horas en Japón

Tras pasar el control de inmigración y el aduanero (que otro día comentaré con más detalle), llegamos al “lobby” del aeropuerto. Nos esperaban Akira (representante de la agencia de viaje japonesa) y Megumi (la guía japonesa con licencia para españoles). Superar un viaje tan largo es difícil para los fumadores, así que podréis imaginaros la escena, algunos saludando y presentándose a los primeros japoneses que conocían, mientras que otros salían escopetados a buscar la zona de fumadores… en la calle.

Los grupos de turistas en Japón se organizan de forma distinta que en España. Normalmente en cada excursión va un representante de la agencia para ocuparse del restaurante, sacar las entradas, coordinar al chofer, gestionar cualquier cambio en el guión (por un atasco, por ejemplo)… Por otro lado, está el guía. Siempre con certificado oficial y el titulo de los idiomas a los que quiera atender. Entre otras cosas, tienen un examen tanto de historia japonesa, como del país al que atenderán. Vamos, un tema serio, motivo por el que hay pocos guías certificados para atender a hispanohablantes.

En España se ha prohibido “recientemente” fumar en edificios oficiales, restaurantes y centros laborales… En Japón fueron más lejos en su momento, la prohibición llegó incluso a la calle. No a todas, pero sí que en muchas calles de las grandes ciudades está prohibido fumar. Ante tanta prohibición, los japoneses han desplegado en estaciones, edificios y calles un sin fin de mini recintos para fumadores, con máquinas que absorben el humo. Esta gente tiene ideas para todo.

Otra diferencia con España, conducen por la izquierda, como en Inglaterra. No es que los copiasen o tuviesen una mayor influencia británica en su momento, es una cuestión de katanas. Los japoneses se acostumbraron a andar por el lado izquierdo ya en el Medievo. Los ronin, samuráis, etc, paseaban con sus katanas, y al hacerlo por el lado derecho del camino a menudo se tropezaban con las katanas de otros con quienes se cruzaban. La forma de llevar las katanas, hacía que sobresaliesen por el lado izquierdo del cuerpo, y eso era un problema.

Volviendo al viaje, por fin nos montamos en el autobús, y las cosas se ven… iguales, ni de distinto color ni leches, mucho Japón y mucha historia, pero aquí hay Toyotas, Hondas, etc, atestando las carreteras, donde no hay casitas o edificios, hay árboles, como en Euskadi, sinceramente, tienen más cables de media tensión y telefonía a la vista, pero salvo por que hay japoneses por todas partes, bien podría ser Vizcaya. ¡Coño! Hasta hay un peaje, si parece la A-8, incluso usan el mismo sensor de paso para no parar en el cobro… lo que digo, como en casa. ¡snif!

Después de un rato de autopista (el aeropuerto está a 60 km de Tokio) y otro rato callejeando, además de saludar a las chicas de la calle (unas uniformadas, otras con kimono…) llegamos a la universidad de Tokio, foco central de muchos mangas de adolescentes, y principal objetivo de los estudiantes nipones. Dicen que quienes logran entrar ya tienen un pie puesto en un buen futuro, siendo mujer, un muy conveniente matrimonio a la vista.

Lo siguiente, por fin, fue el hotel. Según la guía, rodeado de hotelitos del amor, que enseguida reconocemos. Nos tocó la habitación “go-hyaku juu ichi” y seremos 3, Antonio, Jesús (un chico de Granada con quien ya hemos estado desde Barajas) y yo mismo. Listos y dispuestos, nos hemos juntado cinco para afrontar el reto de la cena, nuestro primer reto en estas tierras de extraño idioma y costumbres. Un paseillo por la zona y topamos con un supermercado (en mi barrio no habría tal cosa abierta a estas horas, pero parece que sean de Donosti, donde tampoco parecen tener casa a la que volver). Nos es inevitable entrar, y antes que los productos raros, nos enfrentamos a otro acontecimiento, la puerta, es automática pero hay que “pulsar” en una pegatina… La realidad se descubre tan pronto la puerta se abre, se explica enseguida que los cajeros lleven tanta ropa con el calor que hace, y es que el sitio es una nevera gigante, nada de el fresquito de un sitio con aire acondicionado, que todos propios y extraños hacemos el mismo gesto de pasarnos la mano por los brazos en señal de frío… ni las neveras de congelados tienen puertecillas… ¡tremendo! Ya con agua y unas galletas (otros han comprado más cosas) pagamos (253 yenes) y conseguimos nuestra primera calderilla, nuevamente monedas que valen muy poco en el bolsillo, como extrañamos la peseta. Junto al supermercado, decidimos encargar la cena para llevar al hotel en un bar-restaurante. Tiene pinta de garito y los precios nos parecen más que razonables, los cinco nos hemos decidido por la misma bandeja con lechuga, arroz, y un filete de carne albardado, 610 yenes por cabeza, unas 650 pesetas, barato. ¿Quién dijo que Japón fuese caro?


すみません。もう一度、ゆっくり言っていただけますか?
すみません。もういちど、ゆっくり いって いただけますか?
Sumimasen. Moo ichi do, yukkuri itte itadakemasuka?
Disculpe. ¿Podría decirlo otra vez, más despacio?

De japon2006

No hay comentarios: