Cualquiera que me lea, seguro que piensa rápidamente que los tíos somos unos liantes, unos interesados, y que siempre pensamos en lo único. Pero esta vez las cosas no son como deberían, y han sido las chicas quienes lo han organizado. Concretamente somos siete para el día lejos de la ciudad: las dos alemanas, la italoturca, el servio, el chino, Gorka y yo mismo. Yo creí que seríamos alguno más, pero al final, la gente del grupo de Gorka interesada en la playa (ya hemos coincidido algunos días con varios de ellos) se han unido a una excursión al Fuji que les ha propuesto la academia (a nosotros no, debe ser que los guías van a darles caña)… Ellos se lo pierden.
Como parte del plan, vamos a pasarnos a ver el Buda Gigante de Kamakura (ya que vamos a esa zona de la costa). Así que Gorka tendrá la oportunidad de compararlo con el que está de pié en Ushiku (este está sentado). Y ya veremos como y cuando volvemos.
La primera torta al plan le llega a Gorka el miércoles, cuando se dio cuenta de que llevaba varios dias diciendo de ir a la playa y no tenía toalla. Así que durante nuestro paseo por Shinjuku (o más bien por las tiendas del barrio) además del Yodobashi, visitamos el Quijote (algo así como un “tenemos lo que necesites” con todo amontonado). La segunda torta al plan también le llega a Gorka, esta vez el viernes, cuando le digo que prepare la mochila para hoy, y no encuentra su bañador. Vamos que se habrá quedado sobre su cama en Baracaldo. Así que tras el paseo de ayer a Ueno, y ya en el hotel, tiene que salir corriendo nuevamente al Quijote (menos mal que esta gente cierra cuando ya no quedan clientes, y la zona de clubes en la que tenemos el hotel, tiene clientes hasta tarde).
Con las mochilas preparadas llegamos al punto de encuentro a las 9am. Pero sólo estamos 6, nos falta Jason (me niego a transcribir su nombre chino). Y ciertamente, el muchacho se pierde innumerables veces (y eso que hemos quedado en la estación junto a la academia, a donde se supone que viene cada día de lunes a viernes, tremendo). Resulta ser nuestro tercer tortazo, y finalmente tenemos que ir nosotros en su busca… En fin, que realmente cogemos el tren desde Tokyo hacia Yokohama a las 10am. Menos mal que acertamos con el rápido.
Para el que le interese venir hasta aquí, nosotros hemos ido hasta Fujisawa en el tren rápido desde Shinjuku (52 minutos), y desde allí la línea de Enoshima, que recorre parte de la costa, y el centro de los pueblitos por los que pasa, combinando tren con tranvía. Muy divertido. Además, la estación de Kamakura de la JR queda un pelín a desmano, aunque también se puede coger esta línea de pueblo desde allí. La estación más cercana al Buda se llama “Hase”.
Llegados a este punto, son varios los interesados en comprarse una toalla, así que recurrimos a una tiendita en plan hawaiano junto a la estación que conocía Ale (la alemana que ha organizado todo). Pobre Gorka, cuarto tortazo al plan, y aún sin haber visto nada.
De japon2009 | De japon2009 |
Por fin llegamos al Buda, pero como hablo de él en otra entrada, me lo salto. Además, no he entrado, el año pasado (ya se que aún no he contado mi viaje de 2008) lo vi por segunda vez. En fin, que después fuimos a comer, siguiendo el horario local para las comidas, y porque junto a la playa a la que vamos a ir no hay nada (salvo la estación). Hemos decidido no ir a la playa frente al pueblo, por que al parecer los socorristas hacen que la gente vuelva a la arena en cuanto les llega el agua por las rodillas… Al parecer hay mucha corriente, así que nos vamos a un sitio donde no hay nadie que nos ponga freno, y menos corriente. Vamos a Kamakurakoukoumae, o lo que vendría siendo en cristiano, frente al instituto de Kamakura.
La playa no es nada del otro mundo, una línea de costa sin servicios (retretes, duchas, socorristas…) con piedras y arena gris. Pero, esto es el pacifico, así que a falta de maremotos, las olas son tranquilas, y el agua tiene una temperatura estupenda. Esto unido a la falta de costumbre por parte de los japoneses de tomar el sol o disfrutar de la playa, hacen que tengamos mucho sitio a nuestra disposición para hacer de todo: nadar, salpicar, jugar a futbol con un balón que nos llegó arrastrado por el viento… En fin, que ya le tenía yo ganas a la playa, y tuve que dejar de nadar porque empezó a darme calambres en la pierna derecha. Al menos, a mi no me picó nada, no como a otros, que tenían unas marcas rojas e irritadas interesantes, ¿medusas?
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Ya con el ocaso (no íbamos a marcharnos antes con lo que cuesta llegar y lo bien que estamos aquí) decidimos cenar en Enoshima, uno de los pueblos que hemos pasado para venir a la playa en el trenecito. Entre otras cosas es conocido por tener un islote de considerable tamaño frente al pueblo, que visitamos. Tiene un faro atípico en lo alto (que se ilumina de colores por la noche), y puestitos para turistas que están cerrando cuando llegamos.
Pero como somos unos bárbaros extranjeros, no podemos pasar sin hacer el cabra un poco más, así que al castillo de arena de la playa se le unen unos tirillos con balines de corcho en un puesto que regala choradillas. En realidad yo creo que es un puesto camuflado de juego y perversión, porque tienen allí a los niños jugando no a videojuegos, sino a la versión reducida del ¡pachinco! Tremendo.
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En fin, que cenamos en dos grupos separados, y volvemos para Tokyo, agotados. Sin duda el día más largo y agotador para todos, pero la playa ha merecido mucho la pena, y la compañía también.
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