martes, 24 de agosto de 2010

15/08/2010 – Hachiman Matsuri

Domingo por la mañana, hoy toca un festival que pocos extranjeros conocen en la zona este de Tokio. Yo estuve el año pasado, y me sorprendió, así que lo he incluido como actividad de medio día para los que aún quedan del grupo. Les quedan dos días y bastantes prefieren ir por su cuenta, así que conmigo seremos sólo siete.

Algo que ya me pasara el año pasado se repite este… me pierdo. Bueno, no es que me desorientase, sino que no acierto con la estación que es, y termino por preguntar. Esto también supone un problema porque es un festival escasamente conocido y algunos interventores del metro no saben indicarlo. Manda huevos.

Con un poco de insistencia (a cabezota no hay quien me gane) llegamos a la segunda. Al final no ha sido para tanto. No es que hubiésemos madrugado, pero llegamos pronto (realmente no se sale de la ciudad, así que un domingo con poca gente en el metro moverse es fácil y rápido) y aún pescamos a los niños en su particular remojo. La verdad es que me encanta ver como los cubren de agua a pequeños y mayores, pero sobre todo me gusta que los templos pequeños que siempre vemos tras un cristal en los templos hoy están en acción sufriendo también los baldes de agua que los rivales les echan.

Para comer, entre la ronda de pequeños, y algunos mayores (verles a todos nos llevaría demasiado tiempo) nos metemos al azar en un Okonomiyaki que resulta hacer la mezcla incluyendo Yakisoba, y que da la opción de ponerle “toppings” de lo que se quiera (menos mal que había un cliente animado que sabía un poco de inglés que nos explicó el método que usaban en el sitio, porque me habría llevado años acertarlo).

La tarde cada cual la pasa como quiere, pero lo que es yo me la tomo de relax en mi flamante habitación. Parece que el gerente del Edoya se ha apiadado de mí y me da una para estas tres noches, y no pretende moverme… Me ha tocado la 207.

Por si las dudas, la 307 sigue teniendo inquilinos pese a los días que han pasado.

14/08/2010 – Nagoya

Se supone que el día de hoy irá un tanto a la carrera. Al menos entre tren y tren. Pero doy gracias de que he dormido a pierna suelta. No es que anoche no durmiese bien con el resto de compinches de habitación (hasta las tantas contando chistes y animando el albergue), sino que en mi habitación individual del Toyoko (la misma cadena de hoteles del año pasado) por un día nadie me ha despertado con mensajes o llamadas. Quizás ha sido más la confianza que le tengo a que no habrá bichos y que la habitación estará como espero, sin sorpresas.

Al tema. Por la mañana se impone una visita al castillo de la ciudad. Como Himeji está en obras (el castillo que realmente nos gusta a todos), pues hemos decidido cambiar la foto con andamios por este otro. En teoría el segundo más grande de Japón, pero como nunca he estado en él, pues la sorpresa es mayúscula. Realmente no es ni la mitad de grande que el otro. Además el palacio que convive con él también está en obras, el jardín no tiene color con el que flanquea Himeji, y para colmo está “acondicionado” (algo que si sabía, pero no creí que llegase a estos estremos). Se supone que algo así le harán al otro cuando terminen los arreglos que le están haciendo. Miedo me da.

Este castillo, mantiene parte de la fachada intacta. Y digo parte, porque le han añadido un colgajo donde han empotrado un ascensor hasta el piso principal (luego sigue por dentro). Pero no se han dignado a maquillarlo ni tan sólo un poquito, así que según el ángulo de la foto… plof.

En cuanto al interior, más parece un museo que un castillo medieval. Además de los dos ascensores, dispone de aire acondicionado, no se puede otear por las ventanas ya que están tapiadas, y todo son expositores. En fin, que no es lo que sinceramente esperaba que fuese.

De vuelta en la estación principal el minigrupo que somos, vamos a comer algo antes de recoger las mochilas en el hotel (allí las hemos dejado por la mañana) y volvernos a Tokio. Posicionados cuales “camperos” en algún videojuego bélico, cada cual tiene un billete diferente para el viaje y casi todos han decidido meterse en los vagones de “sin reserva” para coincidir y hacer piña de camino al Edoya, donde pasaremos las últimas noches. Mientras la fortuna sonríe a los valientes, yo contacto con Akira, que me recuerda mi cita con el grupo de Kenpo Kai y los fuegos artificiales de la bahía por donde habremos de pasar camino del aeropuerto. Este último detalle se me había escapado. Cambio mi plan de acompañar al grupo hasta el hotel, por el de orientarles al salir del Shinkansen para que no se pierdan. Estoy seguro que una vez en su estación sabrán desenvolverse, pero este cambio de andenes tiene miga para un novato.

En el mismo anden, pero en sentido contrario, yo me despido para atajar y reunirme con el nervioso Akira lo antes posible. Realmente no era necesario todo esto, es un acelerado y temeroso de las cosas, lo cual se demuestra cuando el autobús llega al aeropuerto más de tres horas antes del vuelo… En fin, tiempo de sobra para hablar un poco con el grupo, ver que tal les ha ido, y tantear a Juan Mari. De verdad que me cae muy bien este tío. En resumen, están contentos con todo, parece que han tenido más suerte pese a todo que el chibitour. Menuda historia la de esta gente. Más de 80 personas contrataron el viaje con Marsans, y cuando cerró se quedaron sólo con el vuelo. Menuda liada. Así que el resto del tour, hoteles, y demás lo han hecho a través de Alessandra y Akira. A mí me ha tocado hacer de embajador, porque con el otro grupo era imposible hacer más. Lo han organizado todo en Oiartzun, a donde les fue a ver, pero luego nos hemos cruzado así que hemos estado siempre en diferentes sitios de Japón. Una pena, fijo que lo hubiera pasado bien también.

La anécdota la pone uno de ellos, a quien acompaño a las duchas del aeropuerto. Si, Narita tiene duchas de uso público. Y como han estado toda la mañana por ahí, quiere darse una ducha antes de meterse la paliza del avión (muy comprensible). Saludos y la promesa de visitares cuando vuelva a casa. Tendré que pasarme, el último día me invitaron a cenar un txuletón… se me hace la boca agua sólo de pensarlo. Hay que importar esa idea a Japón.

Hablando de cenas, aunque tengo el JRPass activo, vuelvo en la línea Keisei con Akira, y él invita a la cena. Eso sí, el sitio lo decido yo, y por supuesto que le llevo al Standing Sushi de Ueno. Él conocía otro sitio de Sushi, pero acepta probar este. Hay que decir que nuestros gustos son muy distintos en esto. Está claro que él es japonés y yo no… Pero si bien mi paladar no es tan refinado, mi estomago es más grande y pese a todo él gasta más dinero en su parte. Mejor hacerle un traje a este también.

Antes de irnos aparecen Yolanda y Xabi, con el hermano de este y su pareja. Hay que ver como son las cosas. Un hermano con el tour, y el otro por libre, coincidiendo en Tokio…

13/08/2010 – Shirakawago

Hoy no toca desayunar. En el templo han decidido no dar más desayunos (no me preguntéis el motivo) así que tomaremos algo en Shirakawa, nuestro destino de hoy. Como somos 17, finalmente hemos conseguido un autobús particular que nos acerque hasta allí. Creo que el chofer estaba tan asustado como yo. Hoy no tenemos ninguna guía, intérprete o coordinador japonés que nos acompañe y se ocupe de todo. Hoy estoy yo. No debe ser fácil plantearse llevar a un grupo de extranjeros que no te van a entender, o en mi caso, que el chofer me pueda plantear algún problema o duda que no tenga prevista. Pero la cosa empieza bien. Él busca a Kepa, y yo me ocupo de que estemos todos a la hora y en el sitio previsto. Las mochilas al maletero, para no dejar nada en la parte superior del autobús mientras vemos el pueblo.

El primer reto con el chofer llega cuando aparcamos. Él tiene apuntada una hora para la vuelta que quiere confirmar, y yo le dije a Akira ayer mismo que volveríamos más tarde debido a que no pudimos pillar ningún billete para el tren que nos indicaba. Así que entre su tabla, y mis billetes, recordándole que tardamos una hora en volver a la estación, el hombre entra en razón y nos entendemos.

Hoy no llueve, así que estamos de suerte. Y tampoco hace el calorazo de Tokio o Kyoto. Este valle mantiene un miniclima mejor en ese aspecto.

Mientras la gente desayuna un poco, yo me cargo de mapas e información. Tengo la ruta sugerida por Alessandra, pero me gusta ver las cosas por mí mismo. Reunidos de nuevo, confirmo con el grupo la hora de vuelta al autobús, y explico el plan del día. Primer objetivo, subir al mirador para ver el valle. El pueblo mantiene varias casas de construcción artesanal y tejados empinados tejidos con paja. Después Aless indicaba de ver tres de esas casas por dentro y después dar tiempo libre, pero yo lo cambio por dos visitas, el rato libre para comprar y comer, y un museo que recrea el pueblo en miniatura, con molino, herrería, fotos…

Yo consigo darme el lujazo de sentarme un rato en el mirador para admirar la vista. Es un reposo que me sienta muy bien, mientras los más lentos terminan de subir la cuesta. Nos hacemos un foto profesional de grupo con la estampa detrás que tendré que escanear y enviar a todos, y nos volvemos para abajo a ver esas casas por dentro.

Salvo la estructura interna de los tejados, o la propia distribución de una casa japonesa tradicional, las casa no tienen mucho más para ver, así que las han complementado con objetos de labranza de hace años, telares para la paja, viejos recuerdos de la familia y fotos de cuando los abuelos eran jóvenes. Además, nos dejan subir hasta lo más alto, donde secaban la seda, y una incluso tiene el fuego encendido, lo que nos permite salir ahumados del tejado y comprender como mantenían la paja seca pese a las nevadas.

Y aquí es donde comienza el trauma. Los más cosmopolitas no tardan mucho más en tachar la visita de terminada. No es la realidad de quienes nos gustan los pueblos tranquilos, la naturaleza y estamos aburridos de ver todos los días lo mismo (entendiendo que esto sólo lo hay aquí y por un día), pero yo no estoy en posición de hacer valer mis preferencias, estoy para acompañarlos. Y el resto no discute. Alguno que tenía muchas ganas de ver esto cede ante la mayoría, abrumado por su convicción, lamentando incluso que podría haberse equivocado al sugerir la visita. Sólo lamento que de este comentario me enteré más tarde.

Lo que si consigo es hacerles ver que aún queda la parte del museo que pretendíamos dejar para después (de mirar las tiendas esta gente pasa olímpicamente, no tienen nada moderno), y volver en mitad del momento de la comida es un error. Anoche casi nos quedamos sin cenar porque Takayama cierra todo en el horario japonés de las cosas. Así que nos quedamos un rato más para hacer esas dos cosas. Definitivamente volveremos antes, habrá que informar al chofer.

Los menos contentos con la decisión democrática se entretienen en el museo a cielo abierto, viendo todas sus estructuras con detenimiento. En mi opinión, es como debe verse un museo, pero algunos han optado por verlo a la carrera, y otros sencillamente se han sentado a esperar que salgamos. Nunca entenderé como se puede ser tan cerrado para ciertas cosas. Nadie obligaba a venir a la excursión, de hecho algunos se han quedado en Kyoto para verlo con más calma, por su cuenta. Y sin embargo, impiden disfrutar al resto, que si bien no se han quejado aún (y esto me molesta especialmente, de haberlo sabido las cosas se hubieran hecho de forma diferente) se sienten avasallados.

El chiste aún está por llegar. Para volver cuanto antes, algunos comen poco en un puestito junto al museo, mientras el resto (10 de 17) nos vamos a un restaurante a comer como Dios manda. Ni lentos, ni nada, sencillamente a comer como es de rigor. Y un rato más tarde algunos “se pasan” para comprobar que no estamos retrasando la vuelta a posta. Y eso si que fue motivo de risas entre varios.

Pero ese no fue el único chiste del día. Por fin de vuelta en Takayama, dos horas antes de lo previsto (una antes de lo inicialmente previsto) el grupo se separa para que cada cual pueda aprovechar el tiempo como prefiera, y mientras los que queríamos seguir en Shirakawago para ver más tranquilamente el sitio y darnos un paseo terminamos en una cafetería a la española, el resto tampoco hace nada por aprovechar el tiempo que demandaba. Como el perro del hortelano…

Esto no me vuelve a pasar, palabra. Hoy tenía que haber estado Yuriko conmigo para darme sus impresiones, y devolverme las críticas.

La noche en Nagoya es corta pero sigue cargada de humor, aunque eso queda para quienes estuvieran allí y pillasen el chiste. ¿Verdad Antonio?

12/08/2010 – Takayama

Hoy comienza temprano mi periplo de un par de días en el que descubrir sitios tan remotos como Takayama y Shirakawago. Alessandra ya ha estado por aquí, y cree que se deben visitar. La verdad es que yo quería acercarme, como parte de mi proyecto de completar el mapa de sitios vistos. Hablan muy bien de su festival, pero nosotros no lo veremos, tendremos que contentarnos con su museo. Y a ello vamos.

Para llegar desde Kyoto, tenemos que hacer transbordo en Nagoya, a donde volveremos mañana para dormir y cerrar el círculo. Otra ciudad que falta en mi lista pero que caerá en esta tacada.

Por una única vía, el tren serpentea siguiendo el rio. La rica y frondosa naturaleza que cubre el valle nos envuelve conforme avanzamos. Para mí, un deleite, para otros más modernos quizás no tanto. Sin duda, para los más civilizados de la excursión, esto es muy básico.

He dividido el día en dos partes. Primero dejaremos las mochilas en las taquillas de la estación, y provistos de los mapas en castellano que tienen en la oficina de información, atacaremos varios puntos de una ruta sugerida por la propia Alessandra. Para comer lo más sencillo es separarse, tanto por no asaltar un restaurante los 17 que vamos quedando, como por cubrir según gustos las preferencias gastronómicas de cada cual. Después nos volveremos a reunir para ver un nuevo templo antes de recoger las maletas y hacer el check-in en el albergue en el que dormiremos, para a partir de ahí que cada quien ocupe la tarde como prefiera. La sugerencia es ver alguna de las viejas casas particulares que quedan en el pueblo, y darse un tranquilo paseo.

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Aunque la idea comienza sin retraso, a media mañana el plan se tuerce un poco debido a la lluvia. Pero nos da igual. Vamos descargados y el museo del festival, el templo adyacente y un entretenimiento de marionetas (con una estrella Michelin) nos va cubriendo. La verdad es que las carretas del festival son impresionantes, tanto en tamaño como en detalles, y la exhibición de marionetas mecanizadas también nos sorprende muy gratamente. El maestro titiritero realmente tiene mucho nivel.

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Para comer, el minigrupo que hemos quedado decidimos probar la carne de Hida. Es la región en la que estamos, y también tienen ganadería. Los precios nos convencen más que cuando cenamos la carne de Kobe, y descubrimos con sorpresa que poco le tiene que envidiar a la citada carne. Además del precio, la ración es mayor. En fin, que mejor esta para el futuro, aunque le sigue faltando sal…

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Dos son los que deciden adelantarse al hotel. El cansancio y un estomago mal tratado, son los causantes de las bajas. Mientras tanto, pese a que sigue lloviendo, nuestro plan continúa. El pequeño templo de la ruta parece cerrado cuando llegamos, y me toca dar varias vueltas para encontrar como verlo. Tras la sorpresa de las marionetas, que apunto hemos estado de saltárnosla por no encontrarla, termino por preguntar que es como se hacen las cosas cuando uno no sabe. La mujer que me atiende en una ventanilla perdida por el recinto se sorprende cuando le digo los que somos, y de hecho me vende las entradas. Ciertamente el sitio estaba cerrado debido a la lluvia, pero en seguida nos abren la puerta y ella misma nos hace de guía por el pequeño e intimo pabellón. Otro descubrimiento para la lista del día. Incluso nos deja pasar a la segunda zona, que típicamente está cerrada a los turistas para una mejor conservación frente a la masificación que sufren muchos de ellos. El rato se extiende, y sus comentarios mitad en inglés, mitad en japonés, rematan la experiencia. Evidentemente, me ha tocado a mi tratar de explicar las mitades en japonés, en una mezcla de interpretación y entendimiento real que tanto y tan bien me funciona.

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Vamos pues con la segunda parte del plan. Mojados y aburridos de lo mal que se está portando el día, decidimos tomar unos taxis desde la estación con nuestros bultos hasta el albergue. Ya sólo dos personas saldrán de allí para hacer algo más que no sea cenar. El resto nos ponemos cómodos en nuestras habitaciones de grupo. La verdad es que el sitio tiene su encanto.

domingo, 22 de agosto de 2010

11/08/2010 – Iga Ueno y Nara

Nuestro chofer, mitad suicida, mitad oráculo, ha previsto para hoy mucho tráfico y nos ha recomendado salir un poco antes de lo inicialmente previsto para no tener problemas. Aunque con la forma que tiene de conducir, los problemas casi seguro que se los dará él al resto de conductores (además de algún que otro susto, como a nosotros).

La primera parada del día es Iga Ueno, un pueblecito donde montaron hace unos años un museo Ninja, trayéndose incluso una casa completamente preparada que había en el monte para enseñarla. Tienen espectáculo, armas, trucos… Si lo tuyo es la acción, en vez de los templos, este es tú sitio.

Pero como de esto ya hablé al comentar el viaje de 2006, no me detengo mucho y paso directamente a los pormenores que lo han convertido en diferente este año. Primero, la guía nos sorprende tras comprar las entradas con que cada cual tiene que pagarse el show que hacen por 200 yenes. En fin, que no reacciono y directamente lo flipo. Como el resto. En este punto tendría que haber llamado indignado a Akira, o haber pagado yo con el dinero de Alessandra las entradas de todos, pero de verdad que me quedé tan de piedra que no acerté a protestar… y como nadie se quejó, pues ale, apagar. Después si, después lo hablé con Aless y con Akira, para devolverles el dinero. Manda huevos. No vuelvo a fiarme de una guía. Iba tan relajado y confiado… así no se puede. Hoy era ella quien se ocupaba del tour.

Al salir nos cruzamos con un minigrupo que va por libre y llega ahora. Lo peor para ellos es que las explicaciones de la casa son exclusivamente en japonés, por eso veníamos nosotros con la guía, para que tradujese. Me doy cuenta que tampoco hemos dado tiempo por si alguno quería asaltar la tienda de recuerdos, pero por un día en que esto no parezca el teletienda, tampoco debería importar demasiado… ¿o sí? La verdad es que como esto no es precisamente un templo, alguno hubiera preferido tener ese ratillo. Otro fallo para la lista del día. Si es que voy totalmente borrego hoy siguiendo al pastor y nuevamente nadie se ha quejado.

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Después de comer, vamos a Nara. El super pabellón de madera que cubre al buda gigante, de la antigua capital del país. A la vuelta estoy muy puntilloso. Otro fallo que no pude discutir en vivo y en directo. En un descuido mío la guía compra galletitas para dar de comer a los ciervos y el grupo se dispersa en vez de ir primero a la visita. Esta ni la he visto venir, pero se al comento a Yuriko al volver al hotel. Lógicamente algunos sí han seguido a la guía y han tenido que esperar a que yo consiguiese reunir al rebaño. Y eso no puede ser caramba, que para eso está el tiempo libre de después. Además, quien quiere dar de comer a unos ciervos capaces de morderte el culo para que no se lo des todo a los que están rodeándote por delante…

Más explicaciones (esto lo está llevando muy bien la guía, para que vamos a negarlo) y llegamos a la parte trasera del templo. Dicen que pasar por el agujero de una de las columnas, de igual tamaño que la fosa nasal del Buda, proporciona la iluminación. Debe ser por eso que desde 2006 ando más fino. Este año nadie se anima a pasar. La verdad es que han puesto hasta una fila muy organizada para la gente que quiere intentarlo.

De vuelta en el parking antes de tiempo, y con el calorazo azotando, decidimos volver antes de lo previsto aprovechando que estamos todos. La verdad es que este año, de cara a las excursiones somos un grupo muy compacto cuando queremos.

La sesión termina en el hotel. Los comentarios nocturnos (nadie dijo nada en su debido momento, para qué) son que podríamos haber estirado el tour aprovechando que llegábamos pronto para ver Fushimi Inari, el recorrido montañoso lleno de toriis. Pero la verdad, llegar, descansar, ducharse y la siesta es algo que TODOS agradecimos.

10/08/2010 – Kyoto templos

¿Madrugar? A nadie le gusta madrugar sin necesidad, y menos estando de vacaciones. Vale que a muchos les gusta aprovechar el tiempo, pero hoy nos lo tomamos con calma. No es que el tour empiece tarde tampoco, pero como hoy recorreremos Kyoto con autobús, pues vamos con más calma en la salida. Hoy haremos pocos kilómetros.

La novedad del día para mi es la guía, Yuriko. No creo haber repetido guía en Kyoto entre mis anteriores visitas: Megumi, Keiko, Yuriko, ¿Quién será la siguiente? Incluso la guía que tenía el grupo de Kenpo Kai el día pasado en que vine a verles era también diferente…

Esta resulta ser una de esas rutas muy trilladas, aunque aún no entiendo el motivo, pero se empeñan en organizarla todos los años en un orden raro que al final el chofer siempre cambia. Y este año no es diferente. Parece ser que el resto del año el planteamiento es válido, pero llegado agosto, con la cantidad ingente de visitantes que tiene la ciudad, mantener la ruta sin cambios sería un suicidio de nuestro tiempo. Así por tanto, apenas hemos subido al autobús y Yuriko ya me pide permiso para el cambio. Por mí, por supuesto, no hay problemas. De hecho, como decía es con el cambio la ruta que suelo hacer.

El templo dorado con su bonsái de 600 años, la balconada sin clavos con su reto de amor, y el templo del torii gigante que guarda un rincón ajardinado también muy chulo. Para terminar finalmente dando un paseo por Gion a la pesca de alguna geisha. El plan es sencillo, pero el día no está por la labor.

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El kinkakuji parece más bonito que nunca. Debe ser la luz, porque no ha cambiado nada más. El jardín como siempre, soberbio. Una advertencia… compramos a la vuelta. La calle que da acceso al templo Kiyomizu es mortal para los bolsillos, pero primero hagamos la ruta oficial, ya habrá tiempo de gastarse los cuartos. Y efectivamente, la balconada, las piedras ciegas como el amor, y los chorritos de agua para pedir salud, dinero o amor (no os paséis pidiendo a ver si van a funcionar en vuestra contra). A la salida hago alguna recomendación a quienes vienen conmigo, yo ya me he dejado la pasta antes por aquí y tengo mis preferencias (me falta pedir comisión). Al final, el autobús se llena de bolsas.

Antes de seguir se impone comer algo. Hoy toca Okoomiyaki y Yakisoba. Por supuesto al estilo de Kyoto. Que aquí cada cual los hace a su manera. Los que no vinieron conmigo a Shinjuku el día pasado se sorprenden al probar estos platos menos conocidos de la gastronomía japonesa. Todo un triunfo que nos deja el estomago lleno.

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Arrancamos la segunda parte con el jardín del templo Heihan Jingu (por Dios que malo soy para los nombres). Pero la tarde empieza a cerrarse y caen las primeras gotas que vaticinan lo peor, va a llover si o si. Así que nos damos cierta prisa en el paseo, y terminamos parándonos a cubierto en mitad del recorrido. El jardín muy chulo, pero la lluvia un rato cabrona. Cuando parece escampar un poco, volvemos al autobús con diligencia. La última fase se supone que es recorrer Gion y dejar a la gente en Pontocho. Sin autobús cada cual carga sus cosas para después volver al hotel, quizás lo peor del tema. Lo digo porque vuelve a llover, y cargados pues no es plan.

El paseo no nos lo quita nadie, pero algunos se separan del grupo rendidos por las inclemencias atmosféricas. Los demás tenemos algo de suerte, y entre chaparrón y chaparrón, vemos salir a una geisha para coger un Taxi. No puedo describir la cara de los que vieron al grupo hacer fotos como posesos al callejón sin saber lo que allí había.

Para unos cuantos el día no ha terminado. La idea de probar la carne de Kobe lleva rondando a varios desde antes de llegar a Japón y hemos decidido que hoy será el día. Pese a la lluvia. Así que secuestramos un rato del tiempo de Yuriko para que nos acompañe a hacer la reserva y mira tú por dónde nos topamos en la puerta con el dueño del “garito”.

Como aún es pronto, nos dividimos y organizamos el reencuentro para más tarde. Yo procuro buscar la tienda de kimonos a tan buen precio que siempre visito. Eso sí que era un garito, pero el grupo que me sigue se queda con un palmo de narices cuando descubrimos que ahora es otra cosa. Es lo que pasa tras dos años sin venir, que cambian los negocios como si nada. Una pena para ellos.

Qué decir de la carne de Kobe… No está mal.

Está bien, algo más ya cuento leñe… Diré también que es demasiado cara para lo que realmente es. O sea, el espectáculo del cocinero es muy guay. Y por una vez este tipo de servicios hay que conocerlos. Pero la carne en sí misma, pues no es nada del otro mundo. Claro que esto lo dice alguien acostumbrado al txuletón de un kilo, a la brasa, con su propio punto, por menos de 30 euros con todos los entrantes que hagan falta. Si en vez de eso te ponen 100 gramitos a la plancha y un tipo dorando el ajo laminado como si fuesen patatas chip, pues no es lo mismo. Definitivamente no, no lo recomiendo.

Eso sí, es verdad que la carne se deshacía sola. Pero del mismo modo le faltaba personalidad al sabor, y eso pese al coñac que le rociaron encima. Si es que no saben lo que es la sal gorda leñe…

jueves, 19 de agosto de 2010

09/08/2010 – Hiroshima y Miyajima

Por si la kilometrada de ayer no hubiese sido suficiente, hoy iremos a Hiroshima. Bueno, algunos. La excursión oficial es Miyajima, donde algunos tienen intención incluso de probar la playa, mientras otros exploran con intensidad la isla. Pero poco más de la mitad del grupo hará una primera parada en Hiroshima, para ver las ruinas de la bomba atómica y el museo de la paz que sólo hace unos días celebraba el aniversario de aquel fatal día.

Nuevamente con el Shinkansen, la primera parte del viaje no tiene misterios. Y ya en la estación de Hiroshima doy las pertinentes explicaciones al grupo de avanzadilla, incluyendo un punto de encuentro para después de comer, donde haré con ellos la segunda parte de la excursión, la subida al monte Misen.

Con el resto, vamos en tranvía al antes indicado lugar. Fotos, comentarios y horror, para un sitio que pretende no dejar indiferente a nadie, pero que yo creo que es necesario visitar al menos una vez en la vida. Malo será que nunca se repita un episodio como aquel. No deja de sorprenderme cuanta destrucción causó uno sólo de los cincuenta kilos de Uranio que llevaba, porque sólo uno explotó.

La primera parte del museo está dedicada al punto de vista analítico e histórico que supone el relato continuo de los hechos que llevaron a ese momento. La segunda, mucho más cercana y personal, relata los instantes y días posteriores que vivieron los supervivientes… Bueno, las horas que pudieron sobrevivir, porque antes o después, los que aguantaron el momento de la explosión, murieron agonizantes.

De vuelta en el tranvía, el silencio se hace notar. Hay poco que comentar. Así, en silencio, nos dirigimos a Miyajima. Yo aprovecho el tren posterior al tranvía para comer algo. He quedado con la otra mitad, que sin duda habrán comido ya, así que no tendré más tiempo. Si ayer era el Burger King, hoy es el McDonalls. Así no hay forma de cuidar la dieta…

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Ya en Miyajima, el resto del grupo de la mañana se dispersa para comer, y yo me reúno con el otro grupo según lo planeado. Bueno, con la mitad del segundo grupo, porque la gente que ha ido a la playa llega más tarde, y nos reunimos con ellos ya en el monte. Afortunadamente, nos hemos visto a través de los cristales del autobús, lo justo para indicarles que sacasen el ticket por su cuenta, después le pagaré y listo… Esto de irse a la playa es lo que tiene. Ya creí que seguirían allí relajados.

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Una vez arriba gracias al teleférico, el tiempo empieza a cambiar. Les doy unas indicaciones a la avanzadilla y me quedo a esperar a los rezagados. Dicen que quien paga descansa, y yo quiero estar descansado, así que cuando llegan arreglamos la cuenta. Repito mis indicaciones, hacemos unas fotos, y cuando empezamos a caminar entre picos, aparece Antonio, de la avanzadilla, que está reventado. Me vuelvo con él a la estación del teleférico mientras el resto siguen la marcha. En buena hora, pocos minutos más tarde la que cae es bien gorda, y el monte tiene pocos sitios donde esconderse.

Los dos grupos llegan un ratillo más tarde, a cada cual más mojado. Parece que hoy no era el día de andar a la intemperie.

08/08/2010 – Ghibli y Osaka

Hoy será un día largo y duro. No es que ninguna de las partes previstas suponga un reto real, pero hacerlas todas juntas supondrá apretar el paso para realmente sacar provecho y entre medias, un montonazo de kilómetros en tren.

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A las 10am tenemos la entrada en el museo Ghibli. Para mí la tercera visita a un lugar que no termina de gustarme (ojo, tampoco es que me disguste). Supongo que esto pasa por ser el acompañante del grupo, algunas cosas hay que repetirlas si o si. Admito que siendo un museo monotemático, será de lo mejorcito en su clase. Tiene espacio para un montón de puntos de vista, sin limitarse a enseñar sus producciones.

Algunos ya sólo con ir de la estación al museo, han dado los primeros síntomas de cansancio (pronto empezamos). El regreso a la estación va cargado de ironías, pues no les queda nada…

De vuelta al hotel a las 13pm, tras nuestro periplo desde las 9am en que salimos, recogemos las mochilas. Ayer las maletas nos tomaron ventaja camino de Kyoto, nuestra siguiente parada. Pero antes, como tenemos el Shinkansen a medio día, propongo comprar comida y aprovechar el viaje en algo productivo. Además, muchos podrán aprovechar para dormir la siesta un rato, ¿o no?

Cargados, terminamos algunos toman su propio camino, y otros nos repartimos entre el Burger King y el McDonalls. No es que del primero existan muchos establecimientos en Japón, pero alguno ahí, y somos varios los que probamos la diferencia con el ubicuo rival.

Por fin en el Shinkansen, lejos de dormir, la sobremesa genera diferentes reacciones, sobre todo, con los que sólo escuchan irremediable parloteo que les impide dormir :-P

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El plan de la tarde es visitar Osaka, por la zona Minami, subiendo al observatorio de la torre Tsutenkaku. Nuevamente apretando el paso para cumplir el plan, hacemos el check-in en Kyoto y salimos escopetados (algunos menos) hacia Osaka, con la desgracia de que nuestro tren llegará tarde. La primera vez que me pasa. Un tren en Japón con 40 minutos de retraso. Incrédulo, cambio el plan y tomamos otra línea igualmente rápida. Sólo hace unos días que descubrí la línea del aeropuerto, y ahora me sacará del apuro. Ahí que ver lo que son las cosas.

En cualquier caso, en inevitable llegar pasada media tarde a Osaka, con muy poco margen para nada. Por mucho tren rápido que se coja, Kyoto y Osaka-Sur están alejados de narices por muy cerca que parezca en el plano.

El objetivo de subir a la torre se consigue, pero a la bajada las caras de la gente son un verdadero poema. La gente está cansada y no queda tiempo real para cubrir el paseo completo que se había previsto. La propuesta surge enseguida, parar de correr y cenar con tranquilidad por la zona antes de volver a Kyoto y olvidarnos del resto. Una lástima, ni siquiera hemos llegado al Den-Den Town. En fin, mi bolsillo parece blindado este viaje, aún no he comprado nada de importancia, parece que sólo se comer…

domingo, 15 de agosto de 2010

07/08/2010 – ¿Día libre?

Eso de “libre” hay que explicarlo. Esto significa que el grupo no tiene programada ninguna excursión oficial, pero que yo, en el hipotético caso de que una sucesión determinada X de estrellas y planetas se alineasen en el momento exacto en el que un fenómeno adicional Y sucediese, a lo mejor, tendría el día también libre de tareas… O sea, a pringar un poco más, que para eso me han pagado el viaje.

Hoy toca enviar las maletas de Tokio a Kyoto. Fuera de lo habitual, la gente cumple rigurosamente (incluso se adelantan) con el horario establecido, y todo se desarrolla como debe. Mini punto para ellos.

Segundo, vamos a la estación por tercera vez para cambiar los JRP de las cinco últimas personas en llegar, y sacarles billetes. De paso, sacar alguno más para quienes volverán por libre de Nagoya a Tokio el día 14 (su último día de bono).

Para comer, vuelvo a Shinjuku, a uno de los locales de Okonomiyaki que descubrí el año pasado con Gorka y Aidin. Por supuesto, no voy sólo. Son varios los que se apuntan y primero nos damos un paseo por Kabukicho para que sitúen el lugar y calculen sus posibilidades nocturnas, ahora que esta “tranquilo”. También jugamos un rato en la Taito Station frente al restaurante antes de comer, pero finalmente, se impone un regreso al hotel para dormitar la siesta un rato. Yo estoy realmente agotado, pero antes de nada me debo a la obligación una vez más y le dedico un rato largo a responder emails en el hall del Edoya.

Cuando creo tenerlo todo atado, subo a por esa siesta. Hoy, el Edoya me ha vuelto a sorprender. Esta vez, en vez de cambiarme de habitación me han dejado en la calle. Esto es, de repente, no tengo hueco porque el hotel está completo. No se de que valen entonces las reservas en este sitio… He apañado una alternativa a buscarme otro hotel (lo que habría sido realmente el colmo) realojándome con Pedro y Antonio (402), dos de los viajeros del grupo. Desde mi punto de vista es el colmo de un hotel o de un tour, pero ya aquí no puedo sorprenderme más.

Bueno, yo pensaba que no podría sorprenderme más, pero mi siesta de repente se trunca con una llamada de Sergio. La pareja de recién casados que ha estado con el grupo varios días, ahora está en Miyajima alojada, en sus dos noches de luna de miel no compartidas. Dos días que pretenden ser románticos en una islita tranquila se han convertido en un infierno. Resulta que el sitio (caro) en el que están está sucio, lleno de moho, con bichos, sin baño privado… Toda una joya. Así que me paso el siguiente rato llamando y organizando “algo”. Como me jodió esa llamada. De qué mala ostia me puse. Además de por ellos, de su susto, porque a mi es un lugar que me encanta y que claro, ahora no recordaran con el agrado que debían.

Unas llamadas más tarde tengo la solución. Como cancelaron Kyoto y no lo han visto. Como estaban muy contentos con el grupo, y nosotros iremos. Les propongo reunirse con nosotros y pasar la noche todos. Akira me confirma que se puede hacer el cambio (he usado a Megumi para explicarle todo correctamente y evitar enfados si hubiera algún mal entendido, el pobre no tiene la culpa de nada, pero me hacía falta, e incluso hablo con Jose, el marido de la guía, para que todo quede cristalino). A ellos les devolverán el dinero de la segunda noche con la que pagar esta nueva reserva y bueno, todos contentos no, pero por lo menos, menos traumatizados. Eso si, tendrán que quedarse una noche allí…

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Sin siesta digna, nos reunimos unos cuantos para ir a cenar. El día ha sido de todo menos “normal” y yo necesito dormir, pero aún no toca. Eso sí, para compensar, me meto 20 piezas de sushi entre pecho y espalda. De nuevo en el hotel, un pelín de palique y caigo en los brazos de Morpheo en seguida. Mañana será otro día duro también, con muchos kilómetros de tren :-S

06/08/2010 – Monte, lago y piscina

Un nuevo día tempranero se inicia con tan variopinto grupo de chibituristas de camino al Fuji. Las dos veces que he estado con anterioridad tuve la suerte de pillar a tan orgulloso símbolo nipón despejado y presto para la foto. Pero hoy, tras las más de dos horas de viaje, algo falla. Debemos tener algún cenizo en el grupo, porque no es la primera, ni será la última ocasión en que la suerte nos deje de lado en este viaje. El Fuji se esconde tras una fina sábana blanca y la foto de grupo se desvirtúa. Una autentica pena.

Megumi, nuestra guía tokiota, sugiere que pasada la neblina durante el ascenso a la 5ª estación (tanto como dejan subir a los vehículos) se verá el pico. Pero también eso se malogra. Cuando llegamos arriba, todo está lleno de montañeros que esperan sus autobuses para bajar, tras pasar toda la noche subiendo a la cima para ver el amanecer. Poco más allá de nuestros morros, no se ve nada. Justo las tiendas, aunque alguno consigue sacar una foto a alguno de los lagos que se deberían ver más abajo.

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Psicológicamente abatidos por el infortunio, el autobús vuelve a ponerse en marcha para ir a comer a la región de Hakone, como suele ser habitual en esa ruta, y el monte se despide dejándonos ver otra de sus caras parcialmente mientras lo rodeamos camino de la autopista…

Yo disfruto del paseo y de sus vistas. Además, aprovecho para comprarme un detalle tradicional de esta región, que en las visitas anteriores me negué, y ahora se en que emplearé. El raro objeto en cuestión es una caja secreta, que se cierra sin llave, en la que guardar una copia de las llaves de la futura casa que planeo comprarme, y que dejaré en casa de mis padres.

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Así por tanto, la tercera etapa (ya tras la comida) es un ferry, desde el que ver la belleza natural de la región. Junto con Nikko, esto será de lo mejorcito en vistas, con los respetos de Miyajima (que es costero y no está en la misma categoría) y a falta de ver lugares como Takayama-Shirakawago.

La cuarta etapa del día es el parque acuático Yunessun. Que si bien resulta curioso, este año no ha ganado la devoción del grupo. Hay mucha gente, y todas las piscinas están sensiblemente calientes. Este último dato es importante porque todos eran conscientes de que la parte del balneario lo estaría, pero esperaban que la zona de toboganes no.

Sin problemas de tráfico, no llegamos muy tarde de vuelta al hotel, y se pone en marcha un plan rumiado en el autobús… ¡karaoke multitudinario! Esto es, como somos demasiados, nos dividimos para cenar, y quedamos después en un sitio para dedicarle un rato al cante. Menos mal que no nos ve nadie, porque entre los gallos de voz, y que los japoneses llevan un ritmo más lento que el caribeño a la hora de servir las bebidas de la barra libre que hemos contratado, el ambiente se caldea y terminamos saliendo más tarde, sin pagar el exceso, para dar tiempo a bebernos lo que ha llegado, cuando por fin ha llegado. Menudo mosqueo. Moraleja, mejor pedir lo necesario, y dedicarse de verdad a cantar (el que le guste).

miércoles, 11 de agosto de 2010

05/08/2010 – Kenpo Kai

Hoy si, hoy tendré tiempo de escribir mis crónicas, al menos en Word, ya veremos cuando las cuelgo en la red. Hoy me toca ir y volver a Osaka para reunir a la segunda parte de viajeros del grupo de Kenpo Kai que habrá llegado por la mañana. Pero antes que eso, y como ya no podía faltar, me cambio de habitación. Vuelvo a la quinta planta, 508… Ni en los chistes son tan retorcidos.

Lo bueno de no ir en la excursión es que he podido dormir más. Y como nadie me ha llamado ni mandado ningún mensaje de madrugada, pues resulta que he dormido como un lirón. Ha sido fantástico. En fin, primera parada Kyoto. Pero mientras tanto, más de tres horas de tren bala para escribir todo lo que se me ocurra. Como no voy a ver videos, he bajado la luminosidad de la pantalla al mínimo y la primera batería me aguanta todo el viaje. De hecho, me marca que aún aguantará una o puede que incluso dos horas... ¿6 en total? ¡No me lo puedo creer! Por supuesto que me he traído música, pero es el iPod, lo que realmente deja al portátil con lo mínimo. Mola. Y aún tendré otra batería entera por si acaso. Esto quiere decir que si fuese escritor, podría hacerme todo el viaje de avión sin problemas… buff, demasiada literatura para mi.

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Cuando llego a Kyoto, llamo a Akira. Debido a que el grupo tendrá contacto directo con la organización de Kenpo Kai de Japón (algo serio y gordo), se ha desplazado hasta aquí en un intento por publicitar a su empresa en la organización de esta parte del viaje. En fin, el dinero es el dinero, y más en estos días de crisis. Así que yo me aprovecho, y sabiendo donde andan termino por ser invitado a comer… No van a ser los únicos que saquen tajada de todo esto, digo yo.

El encuentro me sirve para saludar a Juan Mari, el sensei que viene desde Oiartzun, y con quien estuve hace un mes. Un tio fenomenal, aunque aún le conozco poco. De paso, repasamos la lista de habitaciones para el chibitour (que vendremos el domingo) y descubro una errata, un fallo, Akira se ha despistado con una cancelación, pero como estamos in-situ, pues arreglado. Resulta que el hotel lo tenía bien hacía unas horas, hasta que el buen hombre les había convencido del equívoco. En fin…errare humanum est.

Con todos los papeles en regla, una parte del grupo de camino a un entrenamiento, y otros de siesta, aprovechamos para localizar mi hotel en Hokkaido para los últimos días. Una recomendación especial del colega Akira, que ha visitado y que yo probaré. Además de cómo llegar, me dice donde alquilar una bicicleta. Si es que este tio es un crack.

En fin, al tema, que yo he recorrido 500 kilometros para ir a recoger a una pareja en el aeropuerto internacional de Kansai, así que me pongo de nuevo en ruta descubriendo un tren directo que no conocía (supongo que poco a poco, uno va descubriendo cosas). Como el dichoso tren express no tiene bandejas, me he decidido por mirar el paisaje, viendo Osaka desde el oeste en vez de mi ruta habitual rodeándolo por el este. Cuando por fin estoy en el aeropuerto, la espera me desespera. Para no variar mi suerte, este avión también llega demorado… casi 40 minutos, más inmigración, más la aduana…

La camiseta verde del Coyote que me compré el año pasado en Takeshita Dori sirve de referencia a Carlos y Monica para encontrarme. Infalible. Pero llegan tan tarde que no me da tiempo de acompañarles hasta su hotel y coger el tren bala de vuelta a Tokio, así que lo arreglo invocando un poder superior… Akira, quien ya se tenía por “fuera de servicio” hasta mañana, pobre.

En fin, vuelta al Shinkansen, y a seguir escribiendo esta crónica de varios días del tirón. A ver si cuando llegue ceno algo, porque mañana toca el zafarrancho de combate a las 6am. Toca Fuji y parque acuático Yunessun, así que más me vale estar despejado. Megumi no se meterá y será el día con más gente de este año… ¡Banzai!

Pero mientras llego a Tokio, cambiaré la batería (pese a que aún le quede carga) y me pondré un capitulito de Fringe (gracias Cristian por esa recomendación en la Euskal te veo el 29).

lunes, 9 de agosto de 2010

04/08/2010 – Nikko al revés

Tras unas pocas horas de sueño real, vuelvo a la actividad. Hoy si, hoy seré yo quien esté deshecho… o puede que no. De momento, hago mi habitual visita a recepción donde me confirman (como no podía ser de otro modo) que me cambiaran de nuevo de habitación. Ellos moverán mis maletas cuando esté preparada, hoy me toca la 401.

Yo creo que quien hace las visitas de la guía Michellin no se toma tan en serio como yo esto de recorrerse el hotel probando más de una habitación. Menudo palpito el del primer día aquí. ¿Cuántos días me quedan?

Son las 7 de la mañana y aparece Megumi con el autobús del día para visitar Nikko, intuyo que aguantaré poco antes de caer rendido en el autobús. Ya me han dicho que han ido a buscarme a primera hora y que (lógicamente) no me han encontrado en la habitación en que les dije anoche que estaría. Simple interés por el tema bichos, nada importante al parecer…

Puntualmente, el grupito de 22 turistas se pone en marcha y Megumi me sorprende gratamente dando toda una exhibición de conocimientos sobre el tema del día. Está claro que cada año también ella mejora su tarea un poco más, porque hasta ahora no la había visto dedicarle tanta pasión al asunto. Me alegro.

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Salvo por el puente del peregrino, y para variar, la ruta se ha planteado al revés de lo habitual. Tras el mencionado puente que surgió de dos serpientes caídas del cielo en respuesta a la plegaria de un peregrino que quería entrar en Nikko, fiel a Buda, veremos el mausoleo de Tokugawa, que solía ser lo último y siempre tocaba correr un poco para poder verlo debido al estricto horario. Hasta aquí he llegado sin pegar ojo (como no podía ser de otra manera en mi). Conforme avanzamos, Megumi sigue contando cosas del lugar y todos aprovechamos para sacar algunas fotos. Al final, nos sobra algo de tiempo y dado que estamos en el punto de reunión acordado tras la fase “libre” de la visita, Megumi se saca de la manga una visita adicional, esta vez al mausoleo del devoto sobrino Tokugawa (quien hiciese el anterior, después se lo hizo para si algo más modesto).

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Para comer subimos los 600 metros de desnivel montañoso que faltan hasta el lago que nutre las cascadas Kegon, que veremos al final. Siempre tiene que haber alguno que se queje, y ya ha salido el primero. En fin, quiere verlo todo, pero le parece que le estemos estresando de la prisa que les metemos. No lo entiendo, ¡si sólo ha venido para 10 días!

Lo bueno de Nikko es que estando a más de 1200 metros sobre el nivel del mar, hace algo más de fresquito que en Tokio, y la visita es agradable. Fotos por un lado, fotos desde el otro, y nos volvemos al hotel. Yo, con un buen sabor de boca, gracias a que el día ha estado despejado y las vistas han sido muy chulas.

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Dos son los viajeros que no se están encontrando bien. Creo que esto del aire acondicionado, y los fuertes cambios de temperatura a los que sometemos a sus gargantas están haciéndoles papilla. Así que convenzo a Megumi para que los acompañe hasta la farmacia cuando llegamos de vuelta al hotel.

Para mi toca colada esta tarde, y un poco de descanso, aunque en realidad lo que significa es “aprovechar a responder emails y demás asuntos en Internet”. Pero los demás asuntos no llegan a cubrir este blog que aún se retrasa algún día más, ni el resto de redes sociales… Ya veremos cuando les hago un hueco, si es que les toca.

03/08/2010 – Este hotel es una ruina

Mi pelea diaria con la recepción del hotel tiene mucha miga. Hoy repasamos por enésima vez la lista para confirmar quienes llegan, y por tanto, a quienes tienen que esperar a eso de media mañana y que habitaciones deben darles. Durante nuestra reunión matinal, me avisan de que tendré que cambiar de habitación, pero no saben decirme cual, así que dejo la maleta cerrada para que ellos la trasladen mientras estamos en la excursión que toca… Tokio Este sin autobús.

Para mi es la primera vez. Siempre hemos ido en autobús de un lado para el otro, pero aprovechando el cambio, yo también he metido mano a la ruta y he cambiado la sartén que supone ver la puerta del palacio imperial, por el aire acondicionado del museo Edo, mucho más satisfactorio en todos los aspectos.

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Así que empezamos llegando antes que ningún otro grupo de turistas a la torre de Tokio, lo que nos permite ver el observatorio superior con relativa prontitud y calma. La ruta sigue por las tiendas inferiores, y me doy cuenta de que he calculado mal la hora de reunión cuando termino mi paseo y empiezo a encontrarme con los primeros. Para otro año, esa media hora, tengo que quitarla y adelantar así la hora de comer.

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Como decía, la segunda parada es el museo Edo Tokio. La misma línea de metro que nos llevará hasta Asakusa después. En general, mi percepción es que la gente ha salido muy contenta con lo allí expuesto, pero con hambre, lo cual lamento.

Una vez en el lugar de la tercera visita, doy indicaciones varias y dejo que cada cual coma, visite y vuelva al hotel según sus preferencias. Saben donde esta todo, tienen el pase de día para el metro, y cada cual tiene sus propios gustos, así que es difícilmente asumible pretender mantenerlos juntos.

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Como son varios los que han llegado desde que cambiásemos los JRP, quedo con ellos en el hotel a media tarde, y planteo al resto la posibilidad de visitar el ambiente de Shibuya o Shinjuku, aprovechando el metro.

Después de comer y visitar el templo con un minigrupo, volvemos al hotel como había quedado y mientras ellos descansan y se duchan yo dedico el rato a ese cambio de pases de tren (y encima luego no me aguantan el ritmo, hay que ver).

De vuelta, terminamos comiendo sushi preparado en vivo y en directo en un garito de Shibuya al que me costó convencerles para entrar, pero al que quieren volver desde que salieron… jejejeje.

El día no se ha terminado, mi habitación para esta noche será la de los bichos (307). Yolanda, hace una revisión de la misma, y aunque confirma que no hay “intrusos”, también admite que no se quedaría en ella. Por mi parte, dedico un rato a responder emails, porque desde ahí se pilla la wifi del hall, aunque admito haberme quedado con la mosca por este asunto.

Cual CSI, saco de mi bandolera la linterna que llevo y reviso todo hasta encontrar un ejemplar de los especímenes que atacaron anteanoche a tan simpática pareja (pobrecillos). Claro, improvisando una cárcel de papel de un primer bicho, dedico un rato más a buscar a sus “amigos” pero no tengo suerte, así que apago el ordenador y me propongo dormir. Y esto si que es un problema, tras oir la plaga a la que se debieron enfrentar hace dos noches, y confirmada la presencia de tales bichos, así que incomodo vuelvo a la caza otro rato. Al final, o encuentro muchos o me duermo, pero algo tengo que hacer… Pasado un rato, a casi las 2 am, mi Guantanamo de insectos tiene 5 prisioneros y un cadáver (es lo que pasa cuando los aprietas mucho, así que me bajo a recepción y se los pongo sobre el mostrador advirtiéndole el número de habitación en el que estaba. No os podéis imaginar la cara de sorpresa mezclada con asco que se reflejó en la expresión del japonés. Sin duda el mismo que tuvo que pedir disculpas hacía sólo dos noches. Mi habitación final, la 208.

sábado, 7 de agosto de 2010

02/08/2010 – Intercambio cultural

Hoy tenemos autobús, almuerzo organizado, y de las entradas se preocupa Akira… casi que se podría decir que sobro, pero no me libro. Madrugando un poquito nos vamos a ver la estatua de bronce más grande del mundo (según el Guiness de los Records). El Buda de Ushuku tiene la particularidad de estar de pie sobre una peana en un entorno más bien llano y sin grandes edificios. Así que sus 120 metros de altura destacan, y precisan incluso luces de galibo. ¿La visión de un loco?

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Pese a que el chofer no ha estado nunca aquí, y que no trae GPS, tras dar unas vueltas perdidos entre las arboledas, llegamos a tiempo de ver un espectáculo para niños con unos monos amaestrados del mini-zoo que hay junto al buda. Quizás sea una chiquillada, pero al final todos nos hemos reído un rato.

Por fin dentro del buda (por decirlo de alguna manera, en vez de estar la estatua dentro de un edificio, es el templo el que está dentro de la estatua), la entrada resulta tan espectacular como yo la recordaba del año pasado. Quizás ese impacto primero pone demasiado alto el listón de las expectativas para el resto de la visita en el grupo.

Tras comer (nosotros de rodillas y Akira con el chofer en una mesa occidental, viva el intercambio cultural), volvemos a Tokio para ir directos al Oedo Onsen Monogatari. Sin duda, nada que ver con el ofuro del hotel. Explicaciones varias, y dispersión general. Por mi parte (varios me acompañan) un masaje previo, como es ya tradición… ¡Hasta me han llegado a decir que se me ve con otra cara! Realmente lo necesitaba.

Dani vuelve a aparecer, esta vez acompañado de su novia coreana, y el intercambio cultural del día se extiende otro poco para el grupo.

Finalmente el día termina en los centros comerciales y de ocio de Odaiba, viendo la bahía y el puente Rainbow. Antes de volvernos al hotel cenamos por allí desperdigados cada cual un poco a su bola. Parece que los minigrupos se están asentando.

01/08/2010 – Redescubriendo el oeste de Tokio

Domingo, día de madrugar y ver Shinjuku-Shibuya. Para muchos, un día muy esperado. Para otros, un día de grandes contrastes. Sobre el papel, la ruta de todos los años. En la práctica, una visita totalmente diferente. Y para empezar, una mañana de sorpresas… durante la noche, en la habitación de Javi y Yolanda (la 307 que sin yo saberlo se habían cruzado el primer día con Francesc y Juana) han aparecido un montón de bichos. En fin, rodeados y acosados, se han despertado comprensiblemente sobresaltados en mitad de la noche y les han pasado a otra habitación mientras se disculpaba el único que queda en el hotel durante ese turno… buff, menuda papeleta. Ahora tienen una habitación más grande, pero ya veremos qué pasa a la vuelta de unos días cuando la fumiguen, porque claro, no es la contratada.

Empezamos entonces la ruta, poco puedo hacer yo con este primer problema que no hayan hecho ya ellos… Primera parada, como siempre, los dos observatorios de ambas torres del ayuntamiento. Esta vez, para innovar, vamos en metro hasta Shinjuku, y descubrimos un pasadizo subterráneo y con aire acondicionado que hace las delicias de la gente… ¿Por qué no interconectarán toda la ciudad así? Para el verano sería fantástico.

Centro de turismo, revisión de bolsos, vista de águila de la ciudad (no, hoy tampoco vemos el Fuji, pero casi… se puede intuir en la distancia, a diferencia de otros años está bastante despejado), un traguito de agua y vuelta a la calle. Pero esta vez a las bravas. Va subiendo la temperatura y ahora ya no hay quien se escape.

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Para no variar entramos al templo Senshoji desde el norte, a donde hemos llegado en una corta pero acalorada caminata. Hoy estamos de suerte, vemos un grupo de personas presentando sus respetos, en lo que parece una ceremonia de alguna celebración. Después una pareja de novios nos rodea con su sequito de boda… Algunos incluso se animan a dejar una tablilla escrita con sus deseos. En fin, ¿qué más se puede pedir de la visita a un templo?

La ruta dice que la tercera parte es ver el parque Yoyogi, a los rockabillys, lolitas y demás, mientras comemos en los puestitos, pero los grupos son diferentes cada vez y nos vamos a un restaurante de verdad en pleno Takeshitadori, adelantando la cuarta parte de la visita del día. Con la tontería, hacemos el recorrido completo por la famosa calle de tiendas de moda y tras la comida (con descanso y aire acondicionado) vamos por fin al parque.

Que quede claro, desde que el año pasado se pusiesen duros con la norma de ruido en la calle, ya no hay grupos de música como en 2006 (siempre hay alguien en solitario dando la nota, eso sí). Además, los góticos y las lolitas parecen haber encontrado otro sitio u otro momento para reunirse, porque apenas vimos un par por la zona. Pero el rock japonés nunca muere…

Además, un paseo por el interior del parque nunca defrauda. Sin duda un ejemplo de expresión personal, con la total aceptación del resto, y una completa falta de vergüenza de la que deberíamos aprender los europeos. Chicas ensayando desfiles, coreografías de animadoras, grupos practicando con los tambores, gente corriendo, reunión interracial de padres con sus bebes gateando por el césped… y un largo etcétera.

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Destrozados por un largo día (no me aguantan nada), el grupo decide dejar Shibuya para otro día, por lo que nos volvemos al hotel, visitamos el ofuro del Edoya, y salimos a cenar por las proximidades ya más tranquilos y frescos.

31/07/2010 – Japan Rail Pass

Fresco como una lechuga, salgo del hotel que me ha dado cobijo estas dos primeras noches. El hotel Okachimachi es perfecto en mi opinión para quienes viajen solos, o en grupitos individuales. El personal procura hablar ingles, las habitaciones tienen WiFi y cable de red, baño, tele… vamos lo normal. Si bien el aseo es “compacto” y no tiene nevera (algo que puede llegar a ser muy importante en esta época del año). En fin, que con energías renovadas me enfrento a la mortal cuesta del Edoya cargando mis maletas.

En realidad ya les había advertido anoche de mi llegada, así que saludo, hago el check-in (habitación 507), dejo los bultos en la sala cerrada que tienen detrás y sudando como si hubiese estado en galeras vuelvo a ponerme en marcha para ir de nuevo al aeropuerto… Y aún no son las 6:30 de la mañana. Si ya digo yo que los horarios de aquí no son normales. Incluso Akira me ha llamado ya hace un rato.

Tras desayunar algo en la estación del Keisei (no quedaban billetes para el tren que yo pretendía coger), llego al aeropuerto donde la espera es eterna… Salir sale mucha gente, porque han llegado tres vuelos a la vez y claro, gente hay para salir, pero justo los seis que yo espero son los últimos de todos. Akira me llama preocupado porque el taxista se está molestando de esperar, y me toca replicarle que “no han salido aún”. Poco más puedo hacer que esperar, y el taxista también, por la cuenta que le trae.

Al parecer, además de estar en la cola del Airbus que les ha traído, los japoneses no habían previsto suficientemente la llegada de tanta gente al unisono, y en inmigración estuvieron atascados un rato muy largo.

Por fin en el hotel, habiéndonos comido el margen de tiempo que me había dejado “por si acaso” (menos mal), reúno al grupo para ir a cambiar los pases de turista de JR que tenemos. Además queremos aprovechar a sacar los billetes, ya que siendo fiestas estará todo a tope y cuanto antes mejor. En el hotel me avisan de que el aire acondicionado de mi habitación no funciona, pero que lo arreglarán a lo largo del día… que no me preocupe (entonces, ¿para que me lo dicen?).

Aunque no venga en los papeles, el cambio puede hacer sin problemas en la estación de Ueno. Como somos 15, nos toman todos los datos, y comprueban que somos nosotros (contrastando los pasaportes), para finalmente tomar mi número de móvil y decirnos que “nos demos un paseo” mientras los hacen. Menos mal que tengo el teléfono japonés, pero estoy asustando porque tendré que mantener alguna conversación sin preparar con él. Bufff.

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Como estamos en Ueno, invito al grupo a dar un paseo por el parque de Ueno, adelantando el plan que vendría después. Total, lo mismo da que da lo mismo. Un paseo por el lago, algunas indicaciones, muchas fotos, y llega al momento… suena el móvil.

Debo admitir que no entendí todo lo que me contaban, pero no me quedó ninguna duda de que había algún problema con las fechas de una pareja, y que ya tenían el resto, así que convine que en iríamos para allá, lo cual resulta siempre mucho más fácil, porque ellos son varios, nosotros también, y siempre podemos agregar la mímica al asunto.

En fin, que sólo querían asegurarse de que las fechas de inicio estuvieran correctas, así que nos hacen el papeleo y se ofrecen a sacarnos los billetes… craso error… Saco mi lista de horarios y códigos de tren, para sorpresa de la muchacha que nos atendía y empieza el festival: de Tokio a Kyoto, de Kyoto a Osaka, de Osaka a Kyoto, de Kyoto a Hiroshima, de Hiroshima a Kyoto, de Kyoto a Takayama pasando por Nagoya… Al final, la muchacha admite su derrota y nos pide que pasemos a las ventanillas de las reservas normales, pero decidimos irnos a comer antes, tras asegurarnos del horario de cierre de esa taquilla. Hemos vencido a la maquinaria y eficiencia japonesas sacando billetes de 13 en 13.

Para comer, pasamos a la zona conocida como Ameyoko, y nos metemos en el primer garito que encontramos, que para eso estamos en Japón. Palabra clave del día… biiru, o sea, cerveza.

La tarde se reparte a partes iguales entre sacar el resto de los billetes de tren, con una muy divertida azafata que juega con sus dedos en la pantalla táctil mientras marca lo que la pedimos, y visitar el Yamashinoya, una juguetería de la que siempre sale todo el mundo habiendo comprado algo. Por primera vez en mis cinco visitas a Japón, he conseguido ¡NO COMPRAR NADA!

Antes de cenar, damos otro paseo por el Ameyoko, recorriendo las tiendas. Visitamos una droguería-farmacia, y cenamos con Dani, uno de los chicos que vino conmigo en 2008, con el que coincidí haciendo el Noken en Barcelona este año, y que estará estudiando japonés en Tokio por un año. Pero el remate lo ponen los 90 minutos de karaoke en el que terminamos. Definitivamente esto es muy duro… jajajajaja

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De vuelta en el hotel, no han conseguido arreglar el problema de la 507 y me trasladan a la 501… tengo un mal palpito con todo esto. El hotel suele estar lleno en estas fechas y que me cambien no es bueno. Ahora estaré en la 501, aunque nadie podrá encontrarme, puesto que llamarán a la 507, así que espero dormir sin interrupciones.

30/07/2010 – Día libre, día ocupado.

El día comienza temprano, por la mañana. A penas he tenido tiempo de dormir seis horas entre revisar los emails que se han cruzado mientras estaba en el avión. Ahora me toca estrenar el nuevo tren de la línea Keisei. Un modelo más rápido y caro que conecta Ueno con el aeropuerto. El aeropuerto… je, apenas han pasado doce horas desde que llegué y ya tengo que volver a visitarlo. Hoy llegan 8 personas del grupo. Akira me confirma por teléfono que ya está allí mientras yo estoy aún en el tren. Que vale, rápido es, pero este hombre lo es más.

Volviendo al tren, aún huele a nuevo. Lo han estrenado hace 10 días, con sus asientos de diseño y ¡enchufes! En fin, no creo que haga falta que diga lo que he estado haciendo con el portátil, pero evidentemente lo he traído.

Por fin en el aeropuerto, voy de sorpresa en sorpresa. Primero de todo, el vuelo llega a la terminal 1, como yo anoche, pero a la otra salida (eso no se distingue en ningún lado, tienen dos, que usan alternativamente) así que me toca andar unos minutos pasado el susto inicial. Segundo punto, el vuelo llega tarde. Al parecer han salido una hora tarde desde Frankfurt, así que cuando me reúno con Akira nos vamos al Starbacks a desayunar (¿había comentado que no he desayunado?). Tercera sorpresa, este hombre se ha traído mil cosas para darme. Papeles, regalos, dinero… Creo que me quiere convertir en un mini-el, aunque yo soy más digital con mis tablas de Excel.

Volvemos a la puerta de llegadas, y pasa un buen rato hasta que finalmente salen. Han debido traer las maletas con Sherpas, en vez de en el avión… hay que ver lo lentos que han sido hoy. Más sorpresas, una pareja quiere cambiar dinero, ¡han traído todo en euros! Me estoy dando cuenta mientras lo escribo, que no les pregunté a cuanto hicieron el cambio, ni la comisión que les aplicaron. Supongo que habrán tenido suerte, porque el euro ha estado subiendo estos días. Ha sido una subida muy tímida, pero todas las subidas son bien venidas.

JumboTaxi. Como somos 9, en vez de meternos en el tren para volver, y luego andar o pillar tres taxis, Alessandra y Akira han optado por contratar los servicios de una furgoneta adaptada para pasajeros. Pak, es el coreano que la conduce. Un tio la mar de simpático que ha vivido varios años en estados unidos, y que domina el japonés como los nativos. Todo un crack perfectamente adaptado a la vida moderna… Me dan su tarjeta, porque mañana Akira no vendrá y tendré que coordinarme yo con él cuando llegue el siguiente grupo.

Tras un rato de atasco, paso revista al reparto de habitaciones del hotel. Han hecho algunos cambios y Aless está preocupada (lógicamente), pero parece que no hay mayores problemas, así que nos despedimos y yo me vuelvo a mi hotel para confirmar los horarios de los trenes que tendremos que ir cogiendo los próximos días. Libre creía yo que estaría… iluso de mi.

Con el grupo aún inconexo, quedo para comer con uno de los chicos que han venido solos. Y después él se va a dormir, vencido por el jetlag. Yo aprovecho también a hacerme una siestecita, como últimamente en casa, antes de quedar con Akira y Megumi. Aprovechando la primera tarde, quieren revisar todos los papeles y “sincronizarnos”, así que nos vamos a merendar algo a media tarde. Mientras yo meriendo un helado, ellos cenan… así de diferente son nuestros horarios. Habitaciones, trenes, excursiones, al final termino sacando el portátil en el restaurante en el que estamos, para tener acceso completo a mis notas y poder imponerme (o al menos, no ser arrastrado por el montón de papeles que traen ellos).

La recogida es temprana, mañana de nuevo me toca ir al aeropuerto a primera hora, pero antes tendré que pasar por el Edoya para hacer el cambio de hotel… Que dura es la vida.