viernes, 21 de mayo de 2010

04/04/2007 – Día libre

Veo las dos fotos de este día, las dos únicas que saqué, y recuerdo perfectamente qué hice. Por donde estuve, como para no preocuparme de hacer más. Lo que no recuerdo es que excursión hizo el chibitour… ¿Qué donde estuve? Pues de compras, de relax, y de más compras. Mis estanterías dan fe.

Cada uno tiene sus rutinas, y sus tradiciones. Yo, después de cuatro viajes a Japón, puedo decir que me he impuesto un tanto exclusiva. Sea de una u otra forma, siempre termino pasando por Akihabara mirando, fisgando, seleccionando y comprando juegos hentai. Es lo que pasa cuando se colecciona algo, aunque no juegue tanto como cabría esperar. La suerte para mi es que las costumbres japonesas incluyen un amplio mercado de segunda mano, de modo que puedo comprar a precios muy razonables.

El momento “risas” lo viví con Jasone, quien sin ningún reparo me acompañó un buen rato del día… Y claro, algunos se sentían incómodos con una mujer en la tienda, mientras los dependientes se tronchaban de la escena. JAJAJAJA

El día cambió de intenciones, y terminó lloviendo, así que en previsión de eso, y dada la carga acumulada, yo hice una retirada estratégica al hotel con las compras de ambos justo a tiempo, mientras Jasone ponía a los frágiles japoneses en un apuro más explicito en...

viernes, 14 de mayo de 2010

03/04/2007 – Ida a Tokyo. Odaiba y Karaoke (Chibitour)

Dicen los japoneses de sí mismos que son gente muy puntual. Es la primera cosa que nos dijo Megumi, la guía, en 2006… allí las excursiones siguen el horario japonés de las cosas, y no el español. Un claro intento de concienciarnos por ser puntuales a la hora de volver al autobús y seguir las rutas. Pero en seguida se puede apreciar que algo de verdad ahí en esas palabras. Escrupulosamente, los trenes son cronometrados, si llega a las 11:37, más te vale estar a las 11:36 en el andén, o lo perderás, porque a las 11:38 habrá pasado.

Con esa idea empezó nuestra mañana en Kyoto. El plan era sencillo, sólo teníamos que ir a Tokio, dejar las maletas en el hotel, comer algo, y llegar a la hora al Oedo Onsen Monogatari, donde nos reuniríamos con el Chibitour. La hora de la cita, las 17h.

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La primera parte fue muy fácil, los 550 kilómetros que separan ambas ciudades quedaron en manos del experto maquinista de turno del Shinkansen. Después, la cosa se fue complicando. Y es que moverse con maletas nunca es fácil, y en Tokio, nada está al lado de nada… pasa cuando una ciudad es tan grande, en cuanto te despistas, tienes que ir dos barrios más allá. Pero bueno, todo es cuestión de coger el tren apropiado.

En el hotel, apareció la primera sorpresa en forma de durmiente rezagado de la excursión del día. Al parecer, se habían marchado sin él. No se había preocupado de levantarse a la hora, y su compañero de habitación había entendido que prefería quedarse durmiendo. Así que cuando por fin se levantó, se encontró abandonad, sólo y sin plan. Como nosotros íbamos a interceptar al grupo, se nos unió en cuanto nos descubrió en la recepción del hotel.

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Pero antes de eso, dejamos las maletas y fuimos a comer algo. Después, volvimos al tren, e hicimos transbordo. Pese a todas las peripecias, y por increíble que parezca, llegamos EXACTAMENTE a la hora. Ni que decir, que Akira, el responsable de todo allí, flipó al vernos llegar cuando volvía de concertar la entrada del grupo… Justo a tiempo.

Nada mejor para perder la timidez, que juntarte con un grupo de gente a la que no conoces, en pelota picada… bueno, las chicas por otro lado… Por supuesto, cenamos en grupo, y muchos terminamos la noche en el Karaoke, aprovechando que la timidez de todos había quedado en el balneario. Imaginaros que risas. Me lo pasé genial, y no sería el único día.

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lunes, 10 de mayo de 2010

02/04/2007 – ¡¡Feliz cumpleaños en Japón!!

Amanezco en la soledad del hotel, el día de mi vigésimo noveno cumpleaños. Ha y que ver lo que son las cosas… Habiendo nacido a las 15h, si tenemos en cuenta las 7 de diferencia horaria, por muy poco no tendría que haberlo celebrado al día siguiente. En fin, el plan del día es reunirme con las chicas en la estación, e ir a ver Kobe, donde Yuka nos hará de guía. Bien hasta ahí.

Desayunado y dispuesto, un mensaje al móvil me previene de que las chicas llegarán “un poco” más tarde. Pero nada me prepara para la imagen de sus caras cuando por fin nos reunimos. Y es que apenas habían dormido un pelín, y más parecían sonámbulas que personas. Empezamos bien… Menos mal que yo he dormido como un tronco, y no me pierdo. Un mapa, el pase del tren, y muchas ganas para ir tirando. Las chicas aprovechan cualquier escusa para dormitar, está claro que se han integrado a la perfección con las mejores tradiciones locales.

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Por fin en Kobe, la cosa se anima un poco. Es evidente que un viaje mecido por el tren es fulminante para cualquiera con cierta somnolencia (incluso sin ella) pero una vez en marcha, el paseo, la novedad del sitio, y cualquier comentario, revitalizan al más dormido. Y así pasamos la mañana. De un lado para otro, viendo uno de los primeros puertos que se abrió al exterior. Además de por su carne de vaca mimada para conseguir una altísima calidad, Kobe es una importante ciudad portuaria, con mucho transito extranjero y una importante comunidad plurinacional.

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Para comer, decidimos probar suerte en el barrio chino. Como en las películas americanas, el área está perfectamente delimitada con sus típicas puertas y ornamentos. Primero un paseo por sus callejuelas, y finalmente tentamos al destino en uno de los garitos (nada que ver con el super restaurante en el que estuve en Yokohama en 2006).

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Nos despedimos de Yuka, a quien ya no veremos hasta Tokio, dándola tiempo a ver a más amigos y familia. Nosotros, damos otro paseo por la zona de la estación e incluso tomamos a modo de merienda un heladito Häagen-Dazs (si, allí también tienen, y con sabores que aquí no hay). Jasone es la aventurera en eso de probar, mientras que yo opto por comparar, y me pillo mi “pinta habitual”… 500ml de vainilla con nueces de macadamia… que para frustración propia, resulta no saber igual, no tiene la misma intensidad. ¡Me han engañado! Eso no se hace el día del cumpleaños propio. Ya no puede darse uno un vicio en condiciones.

De vuelta en Kyoto, dejo que Jasone se muera en el hotel, y me lanzo a la calle para ver las flores del sakura con otra luz. En estas fechas tan especiales, el jardín del palacio imperial abre sus puertas por la noche. Los arboles son iluminados tenuemente para la ocasión, dando colores anaranjados aquí y allá. Además, organizan exhibiciones de música tradicional, y ponen algunos puestos con productos y dulces típicos en el patio principal. La verdad es que lo disfruté mucho, lástima que la cámara en modo nocturno fuera una mierda. Tanto que al ver las fotos en el portátil, decidí comprarme la que tengo actualmente… Tendré que volver para hacer mejores fotos, otra semana santa.

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Durante el paseo, mientras me hacía una de mis habituales auto-fotos, un japonés se me acercó para ofrecerse, y me sacó una foto con mi cámara. Por un momento creí que estaba haciendo algo mal, y es que no nos dijimos nada, el buen hombre no tendría ni idea de inglés, y no se le ocurrió hablar en japonés tampoco… Superado el susto inicial, compartimos un rato el paseo y nuestra pasión sacando fotos, indicándonos el uno al otro, sitios en que la luz se mostraba caprichosa. Sin duda, los jardineros le ponen empeño al poner las luces.

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Antes de salir, mientras picaba algo, escuchando la música del recial, me llamaron mis padres desde España para felicitarme el día. Aunque podría parecer sólo, no lo sentí en ningún momento, y fue genial.